El creciente consumo en el mundo industrializado e incluso en los países subdesarrollados está ejerciendo presiones en los recursos naturales del planeta: los bosques, selvas, tierras agrícolas y territorios vírgenes pasan a ser fábricas, casas, centros comerciales, etc. Aunque este aumento del consumo ha ayudado a satisfacer las necesidades básicas y crear empleos, el consumismo está destruyendo los sistemas naturales de los que, en realidad, dependemos.
A pesar de estar advertidos de estos acontecimientos, no parece que la sociedad moderna se de cuenta del problema, ya que en Estados Unidos, por ejemplo, se da que hay más automóviles que personas con permiso para conducirlos. Y a pesar de ello, solo un tercio de la población se considera “muy feliz”, cifra prácticamente igual a la de hace 50 años, en la que los niveles de riqueza del país representaban la mitad de los actuales.
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Muchas veces, el motivo del gran consumismo de la sociedad no es culpa de los consumidores sino de las grandes empresas y las publicidades que influyen enormemente sobre nosotros. Existen mil tácticas para conseguir cada vez más consumidores, o una vez han cumplido sus expectativas, conservarlos. Crean necesidades, que aunque pueden ser reales, que hacen que nos obliguemos a comprar determinado producto: necesidades básicas o fisiológicas, que suelen aparecer exageradas en el propio spot; de seguridad, que satisfacen las situaciones de peligro; necesidades sociales, tienen que ver con la relación con los demás; las necesidades del “yo”, mantener la autoestima alta y una gran personalidad; y por último, las de autorrealización, es decir, cumplir los objetivos que un se ha marcado en la vida. Los departamentos de marketing son los que se encargan de obtener todos los datos e idear nuevas formas de atraer al consumidor.
(video de la derecha: e consumismo)
Megui Gómez-Sala.
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